Michael D. Greaney.
Cada tanto recibimos alguna
pregunta que respondemos y luego nos damos cuenta de que hemos escrito toda una
entrada para nuestra bitácora. El viernes de la semana pasada tuvimos una feliz
ocurrencia de este tipo. Alguien preguntó en un foro que discutía “Filosofía
Tomista”, esto es, la filosofía de Santo Tomás de Aquino,
Creo que la
teoría austríaca del ciclo económico es más correcta que cualquier otra, pero
encuentro bastante que me gusta en el enfoque distributista de la economía en
general. Adicionalmente, la mayoría de los distributistas son, de corazón,
tomistas. Los austríacos aristotélicos o de tendencia aristotélica suelen
incorporar supuestos o ideas de Suárez. No me gusta Suárez.
[…]
De cualquier modo, comencemos
comentando que tanto los austríacos como los distributistas están encerrados en
la Escuela Monetaria [Currency
School], como reconocía Ludwig von Mises, pero que la mayoría de los
distributistas simplemente no entiende. (Esto no es un crítica, sino un hecho.) ¿Y la diferencia? En términos
simples, el Principio Monetario es que la moneda es un bien fungible y que el
monto de moneda determina la “velocidad” de la moneda (el número promedio de
veces que una unidad monetaria es gastado en un año), el nivel de precios y el
número de transacciones. El Principio Bancario
es que la moneda es el medio de intercambio y que la velocidad del dinero, el
nivel de precios y el número de transacciones determina la cantidad de moneda.
Dicho esto, el énfasis austríaco
en una moneda respaldada con un activo es, per
se, la más fuerte y más lógica de todas las escuelas principales de
economía. Como economistas de la Escuela Monetaria, sin embargo, asumen como
algo dado que sólo la riqueza existente en posesión del emisor puede respaldar
la moneda y no reconocen nada excepto la moneda y sustitutos de la moneda como
dinero. En términos financieros, los austríacos reconocen sólo los valores
hipotecarios o similares, no los
billetes de cambio o pagarés, esto es, sólo los ahorros pasados y no los
ahorros futuros.
El ciclo económico moderno es un
fenómeno del Principio Monetario, entonces tiene sentido que los austríacos
tengan un mejor manejo del mismo, dado que son los más consistentes de los
economistas de la Escuela Monetaria. El ciclo económico tiene su raíz en la “violación”
de la Ley de Say de los Mercados.
Es causado por una falla en vincular la oferta monetaria directamente con la
cantidad de bienes y servicios comerciables en la economía, y de tener la
propiedad de los medios de producción ampliamente distribuida. La combinación
de estos dos factores es catastrófica, como han demostrado los pánicos y
grandes depresiones ocurridas desde 1825.
Al reconocer que un billete de
cambio pueda respaldar la oferta monetaria —o una parte de ella, si es “aceptado”
(por eso es que estos instrumentos son llamados aceptaciones “bancarias” o “comerciales”)—
un austríaco podría fácilmente ser llevado a reconocer ahorros futuros como
legítimos y conducido naturalmente a reconocer la necesidad de una reserva
monetaria respaldada en activos “elástica”; actualmente, cualquier cambio en la
oferta monetaria para una austríaco es automáticamente inflación o deflación.
Para confundir las cosas más,
para un keynesiano, la inflación no puede existir hasta no alcanzar el pleno
empleo; los aumentos en el nivel de precios se deben a “otros factores”. Sí, en
términos más racionales, un aumento en el nivel de precios ES inflación, pero
eso no encaja en las teorías de Keynes. Él necesitaba responder por un aumento
en el nivel de precios antes de llegar al pleno empleo, ¡entonces decidió
redefinir la inflación!
El Distributismo es mucho más
flexible que la economía austríaca, debido a que es más un concepto que una
teoría. G. K. Chesterton fue cuidadoso en mantener su definición del Distributismo
en el mínimo (posiblemente para hacer enojar a G. B. Shaw): una política de
propiedad ampliamente distribuida con preferencia por las granjas y las
empresas pequeñas de propiedad familiar. Cuando las empresas necesitan ser
grandes, deberían ser propiedad participada de los trabajadores.
Eso es. Toda aquella retórica de “lo
pequeño es hermoso” y el modernismo, el socialismo y la New Age, son agregados que Chesterton y Hilaire Belloc rechazarían.
Desafortunadamente, en última instancia, Belloc se metió en camisa de once varas
al tratar de hacer recomendaciones específicas. Era buena retórica, pero mala economía y
finanza.
Debido a su flexibilidad, sin
embargo, el Distributismo puede ser viable agregando un componente de ahorros
futuros que no recaiga en la propiedad de riqueza existente para financiar la
formación de nuevo capital y al reconocer que la propiedad ampliamente
distribuida de las grandes empresas es tan legítima como la propiedad de
pequeñas empresas. Los distributistas de los últimos tiempos necesitan sacarse
de encima sus deudas con socialistas y fabianos, y de sus vástagos,
especialmente R. H. Tawney, monseñor John A. Ryan, Henry George, el crédito social,
el socialismo corporativista, etc., etc., y ahora el “socialdemocratismo”.
Michael D. Greaney, “Austrians andDistributists”, The Just Third Way: A blog of the Global Justice Movement, May
22, 2019.
Greaney es
graduado en contabilidad (Notre Dame), contador público certificado y magíster
en administración de empresas (Evansville), director de investigaciones del Center for Economic and Social Justice,
director de Planes de Propiedad de Acciones por Empleados de la consultora Equity Expansion International, Inc.,
director gerente de la editorial Universal Values Media, Inc., coordinador del
grupo irlandés de intereses especiales de la rama estadounidense de la sociedad
Mensa. Autor de libros como In Defense of
Human Dignity (2008), Supporting
Life: The Case for a Pro-Life Economic Agenda (2010), The Political Animal: Economic Justice and the Sovereignty of the Human Person y (2014), numerosos ensayos y
colaboraciones en libros y publicaciones periódicas.
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