Foto: Ditchling en la década de 1920

martes, 30 de junio de 2020

La Causa del Distributismo Cristiano



por Allan C. Carlson*, Chronicles, Julio de 2020.



El Distributismo cristiano celebra lo pequeño y lo humano. Descansa sobre fuertes economías hogareñas y exige la más amplia posible distribución y posesión de la propiedad productiva. Favorece la propiedad de los trabajadores, a través de cooperativas, de las necesariamente más grandes máquinas y empresas. Requiere y refuerza comunidades locales, ligadas por lazos familiares, de fe y de oficio. Acoge matrimonios de por vida y fértiles de hombres y mujeres. Favorece el cuidado hogareño de los ancianos y los enfermizos, así como la educación centrada en la casa de los jóvenes.

Entre los rivales contemporáneos del Distributismo incluimos al capitalismo laissez-faire de los libertarios y al nacionalismo económico de los chauvinistas. La principal diferencia entre los tres yace en sus respectivas antropologías.

Para los libertarios, sólo los individuos atomizados sostienen reclamos morales, sociales y económicos. Estos “hombres económicos” eligen su propio orden moral, su propia identidad sexual, sus propios arreglos de vida y acumulan poder y riqueza hasta el límite de sus capacidades, suerte y energías. Los estúpidos, los débiles, los perezosos y los desafortunados son dejados a la caridad privada. Los lazos familiares se yerguen como barreras a la eficiencia económica y, en el mejor de los casos, son minimizados. Para las cargas personales, tales como los padres ancianos y los niños que escapan el aborto, la mercantilización de todo provee respuestas: los centros de cuidado infantil al comienzo de la vida y los geriátricos para el final.

El orden económico nacionalista de los chauvinistas puede dar reconocimiento a una versión disminuida de los valores familiares, pero principalmente como parte de una elaborada máquina socio-política para potenciar la seguridad nacional. En la práctica, bajo el régimen nacionalista, la mayoría de las familias son liberadas de las cargas de la propiedad de modo que puedan servir mejor a las instituciones de supervivencia y orden: las corporaciones monopolísticas que proveen bienes necesarios fabricados y construyen elaboradas autopistas así como aeronaves, tanques y otros mecanismos de “defensa”.

Ligado al nacionalismo económico está el Estado de bienestar y sus bonos de alimentos, seguros sociales, alquileres subsidiados, etc. La mayoría de las personas y las familias conservan, en el mejor de los casos, sólo sus modestos ahorros y poseen poco de valor perdurable. Sin embargo, podrían tener derechos sobre las chucherías del orden industrial: teléfonos celulares, televisiones de pantalla amplia y vehículos utilitarios deportivos.

La antropología del Distributismo cristiano, en su nivel más profundo, llega hasta la ética aristotélica, ubicando al individuo dentro de una telaraña de relaciones humanas naturales: el matrimonio, los hijos, la familia, los amigos y los vecinos. La identidad de cada persona está delimitada por estos vínculos. Las entidades políticas más grandes que las aldeas y los vecindarios son mejor vistas como agregados de comunidades intensivas y naturales para fines limitados tales como la defensa mutua.

Las cosmovisiones económicas de cada sistema competidor también difieren. El capitalismo laissez-faire presenta una energía sin fin y sin descanso. Como un niño pequeño, no puede dejar nada sin tocar. Cada interacción humana que toca debe ser transformada en una mercancía. Todo, incluyendo los embriones, está a la venta. El sistema laissez-faire se difunde alrededor del globo, absorbiendo a las comunidades más tradicionales en una matriz voraz, hasta que la última de las tribus amazónicas inmaculada sucumba a las camisetas y las zapatillas. Nada dura.

El orden económico nacionalista, por otro lado, evoluciona hacia la economía de un Estado de seguridad. Favorece la economía de guerra, con enemigos que nunca desaparecen: el comunismo soviético durante cuarenta años, el “putinismo” hoy. El Estado económico nacionalista hace gastos masivos en portaaviones, aviones espías, bombas nucleares y nuevas tecnologías para militarizar el espacio exterior. Docenas de “agencias de inteligencia” traman amenazas, tales como inexistentes armas iraquíes de destrucción masiva, con el fin de desatar la guerra permanente para lograr la paz permanente.

Como hemos visto, incluso el débil virus Covid-19 puede provocar la guerra económica nacionalista, con el mismo resultado: entidades masivas como Amazon y Walmart multiplican su tamaña mientras que los negocios de escala familiar son destruidos. A través de llamadas al servicio nacional obligatorio y presupuestos ocultos del control democrático, este sistema puede pasar fácilmente a un fascismo mezquino.

La respuesta distributista cristiana a las grandes corrupciones e inequidades que enfrentan las personas dentro del orden industrial moderno es la propiedad privada. Como explicó el Papa León XIII en su encíclica de 1891 sobre la economía humana, Rerum Novarum, sólo cuando los trabajadores puedan anticipar ganar una porción de la tierra podrá tenderse un puente sobre el golfo entre la vasta riqueza y la absoluta pobreza. El Distributismo cristiano favorece la economía hogareña, una medida real de autosuficiencia y la cooperación con la familia y los vecinos.

Los críticos del Distributismo cristiano comúnmente critican su falta de especificidad. En realidad, los importantes arquitectos de esta forma de vida han sido muy claro acerca de las políticas que deberían perseguirse. Los distributistas ingleses como Hilaire Belloc y G. K. Chesterton, que escribieron en la primera parte del último siglo, exigían todo lo siguiente:
  • La ruptura de los monopolios, el apoyo de una extendida participación en las ganancias y la transferencia de la propiedad a corporaciones de trabajadores; 
  • La redistribución de la tierra agrícola y otros recursos naturales, la imposición de los contratos de transferencia desalentando la venta de pequeñas propiedades a los grandes propietarios y el aliento de la división de grandes propiedades para la venta a las familias;
  • El enjuiciamiento de los capitalistas fraudulentos, tales como los financistas detrás de la crisis económica de 2008;
  • El aliento de la autosuficiencia sana, mediante el deshecho de reglas urbanas zonales que prohíben las cercas, la cría de gallinas, los huertos de verduras y los pequeños comercios;
  • La descentralización de la industria, el abaratamiento de la electricidad y la expansión de las redes de energía, lo que Chesterton dijo “podría llevar a muchos pequeños talleres”;
  • El aliento de una agricultura sana a campo y de escala familiar, que Belloc dijo “debe ser privilegiada contra la enfermedad social a su alrededor” en términos de crédito e impuestos;
  • La restauración de los pequeños comercios y el uso de impuestos diferenciales contra los minoristas gigantes.

Los críticos replican que el régimen distributista es foráneo a los Estados Unidos. Ésta, argumentan, ha sido siempre la tierra del individuo fuerte, el millonario hecho a sí mismo y el líder corporativo estrafalario: el hogar natural del gran capitalista, no del campesino o del zapatero.

El sistema económico dominante en los Estados Unidos hasta bien adentrado el siglo XIX era, sin embargo, de carácter distributista. Los estadounidenses de 1776 mayoritariamente levantaron sus vidas económicas alrededor de la familia y del hogar. Como proto distributista, la generación fundacional de estadounidenses tenían una preocupación primordial: la tierra, especialmente la preservación de la tenencia familiar en el futuro. Su apego al suelo no era una aventura especulativa, sino por el contrario el fundamento necesario de hogares piadosos, lo que un observador llamó “el uso de la tierra centrado en el niño”. La agricultura de subsistencia era la norma: menos del 20% de las granjas producía bienes para vender en el mercado.

Las actitudes religiosas combinadas con la economía práctica de la pequeña granja aseguraba que la descendencia fuese una bendición, más que una maldición. Los niños llegaban a sus padres como activos, nuevos trabajadores para la empresa familiar y fuentes de seguridad y cuidados para los padres ancianos. Como el historiador James Henretta notó, los padres de la economía premoderna criaban a sus hijos para “sucederlos”, no para tener “éxito”. El tamaño promedio de la familia estaba cerca de los nueve hijos por pareja, un guarismo casi sin precedentes en la historia demográfica global. La población de la nueva nación se duplicaba cada veinticinco años. Hoy, las tasas de natalidad están bastante por debajo de los niveles de reemplazo.

Entonces, ¿qué pasó? Brevemente, el viejo ideal agrario de los Estados Unidos asociado con Thomas Jefferson se entregó, de acuerdo con el historiador Herbert Agar, al “ambicioso capitalismo hamiltoniano”. Para 1900, este cambio había generado a los plutócratas industriales de la Edad Dorada, junto a una “masa de esclavos asalariados sin propiedades” en las ciudades y un número creciente de arrendatarios y aparceros —en vez de propietarios— en el campo. Agar concluía que la democracia estadounidense se había convertido para 1930 en “una pantalla opaca para la plutocracia”, con el capitalismo práctico convertido en “la negación de la propiedad privada”.

Como respuesta a esto, Agar se unió al ruralista sureño Allen Tate para producir en 1936 el volumen ¿Quiénes son los dueños de los Estados Unidos? Una nueva Declaración de Independencia. Un año después, colaboró con los neoyorkinos Ralph Borsodi y Chauncey Stillman para lanzar la publicación mensual, Free America: A Magazine to Promote Independence.

Las políticas abogadas por los autores en Free America se hacían eco de las de Chesterton y Belloc, aunque con un fuerte acento estadounidense. Incluían leyes que asistieran a los arrendatarios de granjas para convertirse en propietarios; que prohibieran la propiedad societaria de la tierra agrícola; que pusieran fin al tratamiento favorecido a las sociedades como “personas” bajo la constitución federal; que dieran significativo apoyo financiero a la vivienda familiar en terrenos aptos para la producción hogareña; que proveyeran aliento legal a las cooperativas de producción y de consumo; que expandieran las redes eléctricas en las áreas rurales para crear una fuente energética adecuada para las pequeñas granjas y los talleres; y que promovieran la comida local producida en granjas orgánicas y biodinámicas.

Desgraciadamente, la tempestad centralizadora de la Segunda Guerra Mundial abrumó a esta revista de cruzados descentralizadores, que dejó de publicarse en 1947. Las demandas de tiempo de guerra habían bruscamente aumentado la presión consolidadora agrícola. “Crece o sal de en medio” se convirtió en la política federal hacia los granjeros en la década de 1950, llevando a la casi extinción de la agricultura de escala familiar y la despoblación de los Estados Unidos rurales. Los suburbios estadounidenses se hincharon en tamaño —un desarrollo con frecuencia celebrado por los nacionalistas económicos— pero tales casas fueron típicamente construidas en lotes demasiado pequeños para el uso productivo agrícola. Rescatado por la guerra y el consecuente imperialismo, el capitalismo financiero ganó nuevo lustre y control político en el hinchado Estado de bienestar. Apelaciones a “lo pequeño” o “lo humano” hoy parecen anticuadas, incluso absurdas.

Esta economía nacionalista pronto comenzó a resquebrajarse, sin embargo. La tentación de reabrir las fronteras estadounidenses y conseguir trabajo barato, era irresistible y fue lograda en 1965 con la ley de Inmigración y Nacionalidad. La Guerra de Vietnam reveló las corrupciones del Estado de seguridad nacional y terminó en una derrota sangrienta y costosa.

Comenzando a mediados de los ’70, los Estados Unidos, Gran Bretaña y otras naciones-estado pretendieron fusionar las economías nacionalista y laissez-faire: fue llamado “nuevo liberalismo”. En el camino, el gobierno estadounidense se embarcó en una serie de guerras imposibles en Medio Oriente para sostener el Estado de seguridad. El gran shock vino en 2008 cuando la corrupción financiera casi destruyó el orden económico.

Y ahora, el asunto del Covid-19 ha traído un colapso sorprendente, aunque inevitable, del sistema globalizado neoliberal. Reveladoramente, la respuesta en casi todos los países industriales ha sido un masivo y necesario retorno a un Distributismo de facto: trabajar desde casa, la educación familiar, la jardinería hogareña, la cocina casera, las gallinas del fondo, la recreación en la familia, la oración en el hogar, etc.

Este episodio curioso, sin embargo, ha subrayado una gran verdad: el Distributismo es el orden económico humano natural, uno que tiene raíces en los viejos Estados Unidos y que merece el reconocimiento cultural y político.


*Allan C. Carlson fue presidente del Rockford Institute entre 1986 y 1997, y presidente del Howard Center desde 1998 hasta su retiro en 2015.

lunes, 3 de febrero de 2020

Poniendo en acción la Rerum Novarum en Luján

[Tomado de la colaboración de José Luis González en la página Pueblos de Buenos Aires...]

Julio Steverlynck fundador de la empresa textil Algodonera Flandria. 


Jules Steverlynck (Courtrai, Bélgica, 4 de octubre de 1895 - Villa Flandria, Luján, Argentina, 28 de noviembre de 1975), más conocido como Julio Steverlynck, fue un empresario argentino de origen belga que en 1926 fundara la empresa textil Algodonera Flandria y que se destacó por haber sido el primer empresario en Argentina en introducir los avances que se daban en Europa en el área de la seguridad social otorgando a sus empleados vacaciones pagas, aguinaldo y premios por producción, además de desarrollar la zona donde estaba localizada la empresa, construyendo barrios, un centro de salud y clubes, entre los que se destaca el Club Social y Deportivo Flandria, el cual milita en la Primera B Nacional del Fútbol Argentino.

La firma Etablissements Steverlynck fue fundada en Bélgica 1880 por Adolf Steverlynck. A comienzos de la década de 1920, la empresa exportaba telas hacia la Argentina desde sus fábricas de Bélgica. Cuando en 1923 el gobierno argentino, dando el primer impulso de lo que hoy conocemos como industrialización sustitutiva, arancela los tejidos importados y favorece la introducción de maquinarias, la empresa belga abre una filial en el país. Como era corriente por aquellos días, los Steverlynck eligieron a uno de sus hijos, Jules, para que abriera la filial en Argentina. En 1924 Jules o Julio Steverlynck junto con su socio argentino Braceras fundan en la localidad bonaerense de Valentín Alsina la empresa Algodonera Sudamericana Flandria S.A.
 
En 1928 Steverlynck decide trasladar la fábrica al pequeño pueblo rural de José María Jáuregui, en donde había comprado un molino a orillas del Río Luján.

La empresa se expande rápidamente: en 1938 se añade una tintorería y en 1939 una hilandería de algodón. En 1941, Steverlynck funda Lineras Bonaerenses S.A., una empresa dedicada a los tejidos de lino y en 1947 funda Fabril Lineras S.A., una hilandería y textil que fabricaba tejidos de fibra mezcladas con fibra sintética. Algodonera Flandria fue una empresa textil que realizaba todos los procesos inherentes a este tipo de industria. Pero sus empresas lineras fueron pioneras en la explotación industrial de este producto. Don Julio planeó este proyecto con ideas que venían de su familia, que se dedicaba al lino en Bélgica.

Varias cosechas debieron pasar hasta que en 1941 Linera Fabril comenzara a producir industrialmente el lino. Era una producción integrada única en nuestro país, es decir, el proceso comenzaba con la plantación del lino y culminaba con su transformación en producto. Esto llevó a Don Julio a construir canales de riego, puentes, una represa e infinidad de obras en el lugar. Vale decir también que en las empresas de Don Julio los obreros trabajaban entre treinta y cuarenta años, jubilándose en las mismas; con lo cual el grado de compromiso y amor por la fábrica era destacable.

Junto con la expansión de la actividad industrial, Steverlynck funda dos pueblos en las adyacencias de las fábricas: Villa Flandria Sur (1931), (en el auge de la Algodonera Flandria se cambió el nombre de Jáuregui por el de Villa Flandria) y Villa Flandria Norte (1934), más conocida como Pueblo Nuevo.

Don Julio estaba casado con María Alicia Gonnet con las que tuvo 16 hijos. María Alicia falleció en 1966 cuando a bordo de su auto sufrió un accidente ferroviario, y este hecho causo un gran impacto en el pueblo.

Obras. En 1929, José Penadez termina la construcción de la primera casa con ayuda de la fábrica. Cientos de viviendas le seguirían.

En 1930 se levanta el edificio de la futura parroquia San Luis Gonzaga. Cabe recordar que el pueblo no tenía parroquia, y los pobladores debían asistir a los servicios religiosos en Luján. La enseñanza religiosa para las comuniones se impartía en la casa de Don Julio, la estancia “Santa Elena”, a cargo de su esposa María Alicia Gonnet y de Teresa D’Ariste de Estrugamou, otra belga que vivía en el pueblo. Fue declarada parroquia en 1936, y su primer párroco fue el Padre Miguel Inglés, sacerdote español proveniente de la Cruzada. La parroquia fue saqueada en 1955, poco tiempo después se recuperó y siguió adelante con su labor apostólica.

En el año 1934 aparece el primer ejemplar de la revista “El Telary expresa su línea editorial: Dios, Patria, Hogar, Paz y Trabajo. Nace junto a esta publicación la asociación “Rinconcito de la Tierra”, donde se enseñaba a la gente sobre plantación de árboles y paisajismo.

En 1937 se funda el Club Ciclista El Pedal, con bicicletas traídas de Europa por Don Julio. Sería ésta una gran actividad en el pueblo.

En 1939 abre sus puertas el Club Náutico "El Timón". Lugar de donde salieron grandes deportistas del remo y la natación. Un club que tenía, entre otras cosas, una pileta olímpica climatizada con la caldera de Linera Fabril. Los terrenos y el dinero fueron cedidos por Don Julio.

Con el afán de promover la práctica de deportes entre los trabajadores, nació el Club Social y Deportivo Flandria en 1941. Algodonera Flandria costeó la construcción del estadio y el complejo deportivo llamado Carlos V. Este club actualmente compite en la Primera B Nacional.

En 1946 se funda el Círculo de Obreros Católicos, y en 1947 se inaugura la sala de primeros auxilios; que luego, en 1966, sería la clínica y maternidad San José Obrero, que funciona hasta nuestros días. Es imposible no resaltar lo siguiente: por cada nuevo socio que se sumaba al círculo, Don Julio pagaba al establecimiento dos cuotas.



En 1951 nació el grupo Scout “San Luis Gonzaga”, por iniciativa de Don Julio. Godofredo Elías Chávez, su primer jefe, fue el gestor de este cuerpo Scout Nro. 91 que estaba asociado a la USCA (Unión de Scouts Católicos Argentinos). Sus 33 componentes iniciales fueron los alumnos de tercer grado de la Escuela San Luis Gonzaga, con el agregado de niños mayores de los grados cuarto a sexto. Este cuerpo estaba conformado por cuatro patrullas de 8 scouts cada una, al frente de las cuales había un jefe y un subjefe y a su vez todo el grupo tenía el mencionado jefe creador. Su presentación oficial se llevó a cabo durante el desfile del 9 de julio de ese año.

Don Julio hizo construir el camposanto del pueblo, que recibió la aprobación en 1960.

En 1961 nace el Colegio Inmaculada Concepción gracias a Don Julio. Fue una escuela de preparación espiritual e industrial, ya que allí se enseñaba los oficios para luego trabajar en la fábrica. Los dos mejores promedios eran premiados para estudiar en la Universidad Obrera Nacional, devenida luego en la Universidad Tecnológica Nacional.

Con obreros de la Algodonera nació la banda musical “Rerum Novarum” que existe también hasta nuestros días. Don Julio compraba todos los instrumentos y facilitaba las instalaciones para los ensayos de los obreros, luego de cumplir sus tareas en la fábrica.

Don Julio promovió la creación del Círculo Criollo Martín Fierro, lugar que le habían solicitado varios obreros gauchos, que habían llegado para trabajar en sus fábricas. Esta iniciativa nació en 1944 a raiz de una peregrinación de gauchos de El Rodeo de Palomar (Partido de San Martín) que dirigía el gaucho Fito. El Círculo organiza la Peregrinación Anual de los Gauchos a Luján, y el 5 de noviembre de 1965, Julio Steverlynck fue el anfitrión del rey Balduino de Bélgica y de su esposa la reina Fabiola Mora y Aragón así como del presidente argentino Arturo Umberto Illia y el gobernador de la Provincia Anselmo Marini, a quienes recibió en el pueblo de Jáuregui.

Construyó calles, plazas, y diseñó el aspecto urbano de Villa Flandria, Sur y Norte. Don Julio hizo todo esto con el signo inequívoco del catolicismo, ya sea en las obras, ya sea en los nombres que ellas llevaban.

Muerte. Julio Steverlynck falleció en 1975. Sus restos mortales descansan en Villa Flandria, en el cementerio local, una de sus tantas obras y donaciones. Según sus deseos, fue cubierto su cuerpo con la túnica de los Caballeros de la Orden del Santo Sepulcro, prendida en el pecho la Cruz de Guerra, y su féretro con tierra argentina y flamenca, que había traído especialmente en el último viaje que realizara a su país natal.

14 años después de su muerte, en 1989 la Algodonera Flandria entra en convocatoria de acreedores para cerrar definitivamente en 1995.

En 2001 las instalaciones abandonadas fueron compradas por la empresa Algoselan y fueron reconvertidas en el Parque Industrial Villa Flandria en donde funcionan ocho nuevas fábricas.

 Julio estaba casado con María Alicia Gonnet, de fuertes convicciones católicas, con la que tuvo 16 hijos.

martes, 21 de enero de 2020

P2P y Distributismo

Michel Bauwens

Le pedí al autor distributista John C. Médaille [foto] que explicara cómo ve él la conexión entre el enfoque P2P y el distributismo.

Ésta es una introducción excelente y fácil de leer:


El punto más destacado de una red par-a-par [peer-to-peer, P2P] es que es una red de pares. Esto es, en cada nodo (o nudo), existe una entidad que es, en algún sentido, igual a todas las otras. Los participantes de la red serán, por supuesto, de tamaños y habilidades vastamente diferentes, pero en relación a cada uno, existe una especie de igualdad. Sin embago, si algunos nodos contienen código, información o recursos críticos que otros tienen que usar, y este uso puede ser restringido, entonces la red de pares se convierte, de hecho, en una red jerárquica.
Las econonías también son redes, y las economías "libres" requieren cierta igualdad entre los participantes. Cada persona produce lo que puede e intercambia como prefiere. Pero si algunas partes son vastamente más poderosas que las otras, entonces el mercado no puede ser libre. Si algunas partes tienen vastas pilas de riqueza, acceso superior a los recursos públicos, control monopolístico de provisiones críticas, entonces el mercado ya no es más "libre" en el sentido de ser una serie de intercambios libres entre pares.

Ésta, en una palabra, es la idea detrás de la filosofía económica conocida como "Distributismo". Es simplemente la idea de que los sistemas económicos y sociales trabajan mejor cuando los recursos productivos, tales como la tierra, las herramientas y la educación, están ampliamente distribuidas en toda la población. No necesita existir una igualdad precisa en la distribución de estos bienes, pero cada persona necesita algunos bienes para poder hacer su contribución a la sociedad, para proveer a su familia y a sí mismo, para enriquicer su vecindario particular, para hacer su contribución al bien común.

El Distributismo se distingue del capitalismo y del socialismo por su actitud hacia la propiedad productiva. El capitalismo, aunque formalmente permite que cualquiera tenga propiedad, tiende a concentrar la propiedad en unas pocas manos sobre la base de que el crecimiento económico depende del control de vastas acumulaciones de riqueza. El socialismo extiende la idea de acumulación reuniendo toda la propiedad en manos del Estado. Funcionalmente existe poca diferencia entre ambos, y en la práctica las dos ideologías tienden a fusionarse en el Estado de bienestar: el mundo corporativo provee los trabajos que pueda a los salarios que elija, y el Estado provee todo lo demás.

El capitalismo y el socialismo pueden ser criticados sobre bases tanto económicas como sociales. Económicamente, el capitalismo no es tan eficiente como dice. Sus economías de escala se convierten, en algún punto, en des-economías, a medida de que la gerencia se hace cada vez más lejana a la operación y a los "dueños" nominales de la firma, mientras el costo de recaudar información en organizaciones tan grandes excede el valor de esa información. Sin embargo, es políticamente "eficiente"; esto es, es eficiente para obtener subsidios y privilegios del Estado y externalizar sus costos. El mero tamaño de estas organizaciones les da acceso e influencia superior en el proceso político, y sus des-economías pueden ser saldadas por subsidios públicos.

Antes de que los gobiernos eligieran intervenir decisivamente en los mercados, esto es, antes de 1929, el capitalismo era un sistema extremadamente inestable. De hecho, la confusión que estamos experimentando hoy era más la regla que la excepción; en el período desde 1853 hasta 1942, la economía estuvo en recesión o depresión no menos del 41% del tiempo. Desde entonces la economía ha estado en recesión sólo 15% del tiempo. Más aún, las recesiones de preguerra eran, en promedio, el doble de largas y el doble de profundas que las de posguerra. Entonces, ¿esto significa que podemos dejar con seguridad la tarea de corregir los problemas del capitalismo al Estado?

Aunque la intervención estatal ha funcionado relativamente bien por al menos 70 años, la crisis actual y las deudas crecientes nos dan la razón para dudar que este sistema pueda continuar por mucho tiempo más. Pero incluso si logramos sobrevivir al tumulto presente y continuar como antes, existe otro problema. El estatismo convierte a todos de ciudadanos en clientes del Estado. Un ciudadano es uno que asume responsabilidad por él mismo y por su comunidad; un cliente exige servicios por una tarifa, una tarifa que frecuentemente exige que otro pague. Ésta no es la forma de contruir una comunidad. Pero un sistema económico debe asistir a la comunidad, debe ser parte y parcela de construir una persona, una familia y una polis. De hecho, no puede tener ninguna otra justificación, pues la mera acumulación de riquezas no justifica nada, especialmente cuando la riqueza es reunida en cada vez más pocas manos.

Los orígenes del Distributismo

Distributismo es un nombre nuevo para un viejo sistema. Pero en su forma moderna, puede buscar sus orígenes en las meditaciones de la Iglesia Católica sobre las condiciones económicas desde el siglo XIX. Comienza con la encíclica (una carta del Papa, León XIII en este caso), Rerum Novarum ("Sobre las cosas nuevas") escrita en 1891. Éste fue el momento en la historia cuando el arte de la Economía Política se reinventó a sí mismo como la ciencia de la Economía. Los nuevos economistas imaginaron que podían desarrollar una ciencia pura válida para todos los tiempos y lugares, y divorciarda de cualesquiera particularidades de cultura, sistemas políticos o contextos institucionales. Y más especialmente, deseaban hacerla una ciencia libre de valores.

León escandalizó a los nuevos cientificistas insistiendo que los sistemas económicos no estaban libres de valores, sino que debían estar apropiadamente basados en la virtud natural de la justicia, la virtud que regula las relaciones entre las personas y las sociedades. Los signos de la justicia económica eran, para Leóno, el salario justo y una más equitativa distribución de la propiedad.

Esto dejó perplejos a los nuevos cientificistas porque el trabajo era para ellos sólo otro factor de producción, su precio era fijado por el mercado, que busca adquirirlo a la tarifa más baja posible. Pero los distributistas señalaron que esto es contradictorio. Los salarios son la principal fuente de la demanda, y si los trabajadores no obtiene una adecuada participación de lo que producen, existirá una falla de la demanda con una recesión como resultado.

Como notó G. K. Chesterton,
El capitalismo es contradictorio tan pronto como está completo. Pues el amo está siempre tratando de recortar lo que su siervo demanda, y al hacerlo está también recortando lo que su cliente puede gastar. Él está queriendo tratar al mismo hombre de manera contradictoria: desea pagarle como un indigente pero espera que gaste como príncipe.
Si un justo salario los dejaba perplejos, la distribución equitativa de la propiedad mucho más aún, puesto que la "libertad" en esta forma de entenderla significaba la libertad de adquirir sin límite. Pero la propiedad física, y especialmente la tierra, es en cualquier momento dado una cantidad finita, que la hace un juego de suma cero. Cuanto más para uno, menos para los otros. Esto permite que no sólo la propiedad, sino el poder, sea reunido en unas pocas manos. Sin embargo, esta concentración de poder es contradictoria con la teoría del libre mercado, que depende de la producción de cualquier mercancía dada extendida en un vasto número de firmas, de modo que ninguna firma tenga poder real sobre el precio. Pero para que el supuesto de "un vasto número de firmas" sea verdad, la propiedad productiva debe estar ampliamente extendida en todo el orden social. Las personas que tienen acceso a la propiedad productiva son más propiamente ciudadanos, mientras que aquellos que no se convierten en meros clientes de las burocracias estatales o corporativas.

La Economía del Don

Tan problemáticos como estos principios son para los economistas, el Papa Benedicto XVI ha elevado las apuestas. Benedicto insiste no meramente en la virtud natural de la justicia, sino en la virtud sobrenatural del amor. En su encíclica Caritas in Veritate, Benedicto insiste en el Principio de Gratuidad, la idea de que por debajo de la economía de intercambio y ganancia, existe la idea del don. En este punto, el economista probablemente diga, "podemos discutir esto en alguna otra ocasión", y el empresario probablemente  refunfuñe, "estoy en los negocios para tener una ganancia". Y el empresario está en lo cierto, debido a que sin ganancias, no puede saber si está dirigiendo su empresa correctamente y distribuyendo sus recursos eficientemente.

Sin embargo, la ganancia no es la única razón para entrar en los negocios. Por el contrario, la empresa es la forma en que muchos expresan sus talentos, proveen para sí mismos y sus familias, contribuyen a sus comunidades. La ganancia, excepto en casos patológicos, no es la única razón. El mundo de los negocios y el intercambio pagan el don, pero nunca lo explican completamente. Un orden social que abandona la idea del don, el Principio de Gratuidad, encontrará que ha perdido la habilidad de sustentarse. Algo por sobre y más arriba de la lógica del intercambio se requiere para un orden social, una yapa o ñapa.

La prueba de la Realidad

Sistemas económicos "perfectos" los hay a patadas, en lo abstracto. Hacerlos trabajar es la prueba real. Necesitamos poder examinarlos en el terreno y funcionando, recorriéndolos, pegándoles patadas en las yantas, y viendo cuáles son sus problemas y sus promesas. Y el Distributismo pasa estas pruebas. Las pasa en la Corporación Mondragón, una cooperativa de cooperativas de España, donde casi 100.000 trabajadores son dueños de 24.000 millones de dólares al año en ventas en más de 200 cooperativas. Pasa la prueba en la economía cooperativa de Emilia - Romagna, donde el 40% del PBI proviene de cooperativas de toda variedad y tipo, y que se jacta de un salario promedio que es el doble del del resto de Italia, y uno de los estándares de vida más altos de Europa. Es probada en empresas cooperativas y mutualistas de todo el mundo.

La viabilidad de una economía basada en pares no es un constructo teórico, sino una realidad que funciona. De hecho, el Distributismo va de éxito en éxito, mientra el capitalismo va de salvataje en salvataje.


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