Como dijo ese misterioso distributista de la segunda generación S. Sagar, en una serie de notas misteriosas enviadas al Weekly Review durante 1946 y que esta revista publicó,
“La raíz de la dificultad [en definirlo] es que el Distributismo no es un ‘ismo’, en el sentido en ese término se entiende hoy. Esto es, no es algo así como una nueva apertura de ajedrez que sólo unos pocos hombres inteligentes han perfeccionado en la reclusión de una biblioteca o la academia. No es alguna variante de la sociología. Es un algo orgánico, algo que estaba creciendo antes que los hombres se viesen en la infeliz necesidad de descubrir que existía una disciplina llamada sociología. Fue la marca de la vida europea durante siglos; vino junto a los hombres que fundaron el Nuevo Mundo. Nuestra tragedia hoy la debemos al hecho de que nunca maduró completamente; sin embargo, entre todas sus imperfecciones, su confusión con la legalidad feudal y lo demás, la misma cosa, el campesino y el gremio (guild en el original), la realidad de la propiedad personal de los medios de producción como distintivo determinante de la vida económica – eso está claro para cualquier hombre profundo.”
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