Aidan Nichols, O. P., Redeeming Beauty: Soundings in Sacral Aesthetics (
¿Cuál es el mensaje —o, mejor, los mensajes, puesto que, aunque breve, ésta es una obra compleja— de este libro? El capítulo introductorio de Maritain busca diagnosticar las razones por las cuales es necesario su estudio. Los estetas modernos hablan de arte sólo en conexión con las bellas artes, les beaux-arts en francés, literalmente: las artes bellas. Con la misma delimitación, tratan de la belleza como si ella fuese el dominio exclusivo del arte: el dominio de “lo estético”. Al hacerlo, dice Maritain, los pensadores modernos vician ambas nociones: arte y belleza. Maritain pretende regresar a los medievales, para quienes los moralistas (no los estetas) estudiaban el ars en general y cuya metafísica (recordar que no eran estetas) exploraban la belleza —o lo que los escolásticos denominaban pulchrum—. Quería ver qué pasaría si ambas empresas —preguntarse acerca de la moralidad del ars e investigar la metafísica de la belleza— se juntaban. Propone mostrar la utilidad de recurrir a la sabiduría de los antiguos; demostrar el valor interesante del diálogo entre los filósofos y los artistas; ayudar a limpiar lo que él consideraba un “desorden intelectual” heredado del siglo XIX; y —lo que sería de especial interés para el gremio o guilda artesanal de terciarios dominicos ingleses de San José y Santo Domingo, para quienes, en primer lugar, hizo la traducción O’Connor— hacer algo para recrear las condiciones espirituales que son prerrequisitos para el “obrar honesto” (teniendo el francés honnête, como el latín honestum, un espectro más amplio de resonancias éticas que el inglés “honest”). [2] Uno de los fundadores de este gremio artesanal de laicos dominicos, el escultor y tipógrafo Eric Gill, discípulo en estos asuntos de Maritain, remarcó:
Lo que yo logre como escultor no importa si tan sólo puede ser el comienzo —tomará generaciones, pero si sólo fuesen los comienzos que impulsaran una tradición razonable, decente y santa de trabajo— ése es el asunto. [3]
Puesto en la simplicidad anglosajona, ése es pues el trabajo “honesto” de Maritain.
[2] L’honnête homme era el ser humano ideal del siglo XVII francés: alguna luz arroja sobre ello la propia definición que da Tomás de honestum como “cuando una cosa tiene alguna excelencia digna de honor en razón de su belleza espiritual”, Summa Theologiae IIa. IIae., q. 145, a. 3.
[3] Citado en D. Jones, ‘Eric Gill as Sculptor’, Blackfriars. XXII, 250 (1941), p. 73. Esa frase, registrada por Jones de una de sus conversaciones, sirve como título exacto de B. Keeble (editor), A Holy Tradition of Working: Passages from the Writings of Eric Gill (Ipswich: 1983).
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