Foto: Ditchling en la década de 1920

martes, 10 de agosto de 2021

Una precisión sobre la palabra Distributismo

Traducción al castellano de un fragmento del Prefacio de Stefano Fontana a la nueva edición italiana de Hilaire Belloc, Distributismo, la via d’uscita dallo Stato Servile, Fede & Cultura, Verona 2021. [Tomado del correo del jueves, 22 de julio de 2021 del Osservatorio Internazionale Cardinale Van Thuân sulla Dottrina Sociale della Chiesa]
 
Una de las más frecuentes de estas adulteraciones del distributismo consiste en la distorsión del significado de la palabra misma. El distributismo suele entenderse como la propuesta de una distribución de recursos y habilidades desde el centro hacia la periferia. Una especie de descentralización. En este sentido, el centro del discurso económico, social y político seguiría siendo el centro -por ejemplo el Estado- mientras que los sujetos periféricos quedarían subordinados ya que sus competencias, propiedad y recursos derivarían de la voluntad descentralizadora del centro. Por tanto, la familia o los órganos intermedios se beneficiarían de lo anterior y no tendrían una propiedad original para gestionar su autoridad por sí mismos. 
 
Es evidente que esta interpretación de la palabra que designa este movimiento es exactamente lo contrario de la realidad del movimiento en sí. La distribución de la que habla el distributismo no debe entenderse como una redistribución después de la centralización. Por tanto, no como una distribución administrativa mediante el uso de la máquina burocrática del Estado moderno de lo que este mismo Estado ha centralizado repentinamente, sino como una distribución orgánica y original, basada en el orden natural que es en sí mismo distributivo y prevé que antes de la Estado centralizado existen sociedades naturales y cuerpos intermedios que gozan de autoridad propia e inalienable. Es el orden natural, por tanto, y no el Estado el que distribuye deberes y derechos, autoridad, subjetividad social y política. La historia política que vivimos después de las teorías de Bodin, Hobbes y Rousseu y después de la implementación concreta de sus teorías en el estado napoleónico y en todas las formas estatales que se inspiraron en él como un prototipo para ser replicado (y esto, sí, mente usted, es un proceso aún en curso) obliga, en cierto sentido, a luchar por una redistribución desde el centro hacia sujetos naturales despojados de sus habilidades igualmente naturales. En la lucha actual contra el Estado que es a la vez Hombre-Máquina-Animal-Dios, como escribió Carl Schmitt, resumiendo el pensamiento lúcido y angustiado de Hobbes, es necesario quitar para dar, quitar de el usurpador para volver a dar a los usurpados. Sin embargo, debemos ser conscientes de que esta redistribución se debe a los errores de la historia y es una corrección de un error original del pensamiento político moderno y de la historia de la modernidad. El centro desde el que debe partir la redistribución es abusivo, y la redistribución no debe entenderse como el paso del centro a la periferia, porque de esta manera se quedaría presa del mismo esquema erróneo. La distribución a la que se hace referencia en el nombre Distributismo es la del orden natural de las cosas. Como vemos, la refutación de este frecuente malentendido es de gran importancia para recuperar algunos perfiles arquitectónicos del correcto pensamiento político y volver a poner las cosas en su orden fisiológico. 
 
Stefano Fontana
 

 


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