Reproducimos el siguiente artículo de Il Foglio sobre lo acontecido con Mohammed Yunus, fundador del Grameen Bank, por el que ganó el Premio Noble hace unos años.
No sabemos cómo son las cosas en realidad (puede ser todo verdadero, pero da para pensar que cuando uno hace algo así a alguien se le puede ocurrir hacerte quedar muy mal y mandar todo a la papelera), y hace un tiempo publicamos un artículo de Asia News [N. del T.: agencia de noticias del Pontificio Instituto de las Misiones Orientales; en inglés, en italiano] que señalaba la perplejidad frente a algunos efectos no deseados del llamado microcrédito.
El juicio que podemos hacer (bajo la mejor óptica distributista chestertoniana) es que los católicos somos los padres de instituciones nobilísimas y utilísimas que ayudaron al pueblo a mantener en pie un sistema que, con sus imperfecciones y dificultades, anduvo bien al menos hasta la llamada Unificación de Italia [N. del T.: 1870]: los Montes de Piedad y los Montes Frumentarios [N. del T.: financiaban la agricultura], inventados por San Bernardino de Siena, difundidos y dotados de estatutos por Santiago de las Marcas y el beato Bernardino de Feltre.
Corresponde hacer una reflexión sobre el tema (y existe quien lo está haciendo) sin caer en el fatalismo del cual “hoy hay tanto en el sistema bancario”. Tal vez, el sistema bancario actual es el problema (no sé si es suficiente con la crisis en que está metido el mundo desde 2008 o si necesitamos un tsunami para entender…). Cabe señalar que el Reino de Italia [N. del T.: 1870-1945] se apresuró, en los primeros cinco a diez años de existencia, a emitir algunas disposiciones para eliminar definitivamente los últimos vestigios de aquellas valerosas instituciones.
Hay que recordar que cientos e incluso miles de sacerdotes y laicos católicos están entre los fundadores de instituciones como las viejas Cajas Rurales (ahora también reabsorbidas en el “sistema bancario”, por cuanto muchos bancos son ahora portadores de estas antiguas instancias).
Pueden encontrarse algunas noticias sobre los Montes de Piedad aquí.
Sobre el Distributismo, puede leerse a Hilaire Belloc, El Estado Servil. Algunos editores están preparando textos de naturaleza distributista de Chesterton.
—L’Uomo Vivo, blog Della Società Chestertoniana Italiana, 3/XII/2010.
Yunus, el banquero bueno que obtuvo el Nobel, se revela ahora como un villano.
Ironía del destino es que desde Noruega, donde fue gratificado en 2006 con el Nobel de la Paz, vengan noticias sobre serios problemas que involucran al septuagenario bengalés Muhammad Yunus, el “banquero de los pobres”, el inventor del microcrédito santificado por un Occidente con perpetuo sentimiento de culpa, el hombre que hace más de treinta años prometió: “Un día nuestros nietos irán a los museos para ver qué era la pobreza”.
Antes de visitar los museos, nuestros nietos han podido ver en nuestro tiempo una investigación televisiva del periodista danés Tom Heinemann, emitido el martes pasado en Noruega e intitulada “Atrapado en el microcrédito”. En el documental, Yunus es acusado de haber usado para fines distintos a los inicialmente previstos buena parte de una donación recibida por su banco de pobres, equivalente a 74,5 millones de euros y concedidos entre 1996 y 1998 por países como Noruega, Suecia, Holanda y Alemania. En vez de quedar en el Grameen Bank para financiar acciones de microcrédito, una cifra igual a 47 millones de euros pasó por allí brevemente, antes de terminar en la caja de Grameen Kalyan, otra sociedad propiedad de Yunus e que se ocupa de “microseguros” de salud.
Frente a las denuncias oficiales del embajador noruego en Dhaka, así como de la Agencia Noruega de Cooperación para el Desarrollo y del Ministro de Finanzas de Bangladesh, Yunus dijo que la operación tuvo motivos fiscales y restituyó 17,6 millones de libras (unos 20 millones de euros) al Grameen Bank. La historia, sin embargo, conserva aspectos oscuros, y el mismo banco, después de la emisión del documental noruego, ha anunciado una explicación completa “lo antes posible”.
Se evapora así, sin gloria, la aureola milagrosa entorno al sistema entero del microcrédito, ahora acusado desde muchos frentes—también de él habló ayer el Financial Times, con toda una página intitulada “Pequeño préstamo, gran problema”—por parecerse a una forma organizada de usura bajo el velo de la corrección política. Ahora “transformadas en un negocio global que vincula las finanzas internacionales con algunas de las comunidades más pobres del mundo”, como dice el FT, las microfinanzas se basan en tasas de interés que llegan al 30%. Tasas usurarias, justificadas por el hecho de que sólo así es posible prestar dinero a personas que, debido a su indigencia, no serían atendidas por un banco normal. Un “sistema de explotación de seres humanos, cruel como el nazismo y basado únicamente en criterios de rentabilidad”, acusa el activista de derechos humanos indio Lenin Raghunvashi, con agentes remunerados en función del número de clientes y de la tasa de recaudación, e incitados a impulsar los préstamos, primero, y a forzar la devolución con cualquier medio, después.
El resultado es que, en los últimos dos meses, unos cincuenta suicidios en las zonas más pobres de la India están con toda seguridad vinculados a la práctica de los pequeños préstamos sin garantía. Los mismos agentes encargados de recaudar los pagos semanales llegaron a sugerir el suicidio a los insolventes para cobrar la indemnización del fondo de protección que interviene en caso de muerte del deudor. Las Naciones Unidas no dejaron pasar la ocasión (¿y cómo podrían?) de declarar 2005 como el “Año del Microcrédito”. Sólo cinco años después, el “benefactor” está desnudo.
2 comentarios:
Tengo entendido que da un préstamo a varias personas con el fin de que los prestatarios sean los propios que aprieten a un moroso del grupo para que pague el préstamo colectivo.
Efectivamente, ése es uno de los pilares del método Yunus.
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