En un entorno entrañable donde aún se puede apreciar un paisaje que hasta hace 15 ó 20 años era común en la ciudad de Buenos Aires, allí donde termina el barrio de San Telmo y comienza Barracas, a metros del Parque Lezama y el Museo Histórico Nacional, tuvo lugar el pasado fin de semana la 2ª Edición de “Buenos Aires Market” — una feria de “productos orgánicos y alimentos saludables”, organizada por la revista gourmet Joy y el Gobierno de la Ciudad.
Estuvimos de visita el sábado por la mañana, curiosos pero con algunos prejuicios, nos llevamos una grata sorpresa. Pasa que los Distributistas tenemos un doble sentimiento hacia todo este movimiento moderno, llámese “slow food” (por oposición al “fast food” de las cadenas estadounidenses), permacultura (cuyos conceptos principales como el de transición o el de localismo han sido “prestados” por el Distributismo), alimentación orgánica (“tendencia” que involucra aristas muy diversas, algunas de ellas radicalmente anti-distributistas), etc. Es que muchas veces, estos movimientos tienen características de meras modas superficiales que nos dejan la conciencia tranquila a nivel “micro”, mientras los grandes procesos anti-distributistas, a nivel “macro”, siguen su rauda marcha hacia la concentración económica y la destrucción de la pequeña propiedad familiar o comunitaria.
Pero siendo que, al menos en la Argentina, la producción orgánica es aún a una escala muy pequeña, se trata, por lo general, de emprendimientos familiares o cooperativos. Por otro lado, notamos un sano interés en los concurrentes por una alimentación rica y sana, y no tanto por las clases de yoga, naturismo, vegetarianismo, etc., etc., que irremediablemente acompañan este tipo de muestras. Calculamos, a ojo, que menos del 5% de los visitantes se prestaron a estas cosas. Incluso entre quienes vimos preguntando en los stands referidos a lo vegetariano, por ejemplo, muchos eran personas que por razones médicas tienen ciertas comidas restringidas.
También da gusto ver producciones originarias del Interior argentino que nunca tienen lugar en las góndolas de los supermercados, como ciertas variedades de papas, tomates, porotos, cebollas, frutas… tan lejos de las variedades industriales, modificadas genéticamente, donde el sabor brilla por su ausencia.
Cuando las quintas productoras han desparecido de casi toda la Argentina (incluso en los pueblos del Interior es difícil conseguir productos alimenticios producidos localmente), lo cierto es que comer un pollo comprado allí es una experiencia única — nada más opuesto a los pollos de supermercado inflados a fuerza de hormonas y alimentos “balanceados”.
De acuerdo con los organizadores la próxima edición tendrá lugar durante el fin de semana largo del 7 al 9 de julio. Puesto que las producciones son limitadas y las mercaderías no tienen conservantes, recomendamos ir el primer día por la mañana para tener mayores alternativas de productos frescos.
Aprovechemos ahora, antes que se industrialice. Y, aunque podamos poner muchos reparos, no nos quedemos sin la posibilidad de conseguir productos saludables, locales y “a escala humana”.
Omnia autem probate,
quod bonum est tenete.
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